Día de la Envidia Nacional, Carnaval de los Impuestos o Porno Financiero para los más atrevidos. Así se llama en los países nórdicos a la costumbre anual de las agencias tributarias de poner a disposición del público los datos fiscales de todos los ciudadanos: políticos, famosos, empresarios, el vecino, la madre, el compañero de oficina, el colega de cañas o la amante. Mientras en otros países (entre ellos el nuestro) se cuestiona si los políticos deberían hacer públicos sus datos, en Finlandia, Suecia y Noruega cualquiera puede conocer lo que cobra y lo que paga cualquiera, así como su patrimonio.
Si bien este método no es fácil de exportar ni erradica por completo la evasión fiscal, como recientemente demostraron los Papeles de Panamá y los Papeles del Paraíso, sí hace que estas naciones estén entre las menos corruptas del mundo. El hecho de que estos datos sean públicos ayuda a las autoridades a luchar contra la evasión fiscal y dificultan el blanqueo y otras actividades criminales. Si tu ritmo de vida no es acorde con lo que ganas y pagas, cualquier ciudadano podrá alertar al fisco. Algo que, según las autoridades, es más común (y más cómodo) de lo que cabría imaginarse.
Finlandia: uno de los acontecimientos del año

En el caso finlandés, basta una llamada al servicio telefónico de la Agencia Tributaria para conocer libremente y de forma anónima cómo suena el bolsillo de alguien. Lo único de lo que hay que disponer es del nombre completo, la fecha de nacimiento y el lugar de residencia de la persona sobre la que se pide la información.
En cualquier caso, en Finlandia los datos se publican cada mes de noviembre en la web de la Agencia Tributaria. Un evento que se vive con gran expectación, sobre todo desde que los medios de comunicación abren portadas de periódicos e informativos con esta auténtica cuestión de Estado. Como quien habla de Forbes, los periodistas anuncian a bombo y platillo la lista de los contribuyentes más ricos y los impuestos pagados por magnates, políticos y figuras mediáticas.
Noruega: las consultas ya no son anónimas

En cambio, Noruega ha restringido las facilidades para conocer y descubrir estos datos. En 2014, las autoridades instauraron una nueva normativa por la que las consultas sobre los datos fiscales del prójimo dejarían de ser anónimas. Quien solicite esa información deberá dar su identidad y la Agencia Tributaria ejercerá su deber de informar al momento al contribuyente investigado. Y es que la transparencia en Noruega demostró tener unos cuantos agujeros: más de un eventual ladrón fue cazado con los datos fiscales de otra persona.
Desde el cambio de normas, el número de consultas cayó en picado: de los 16,5 millones de búsquedas registradas en 2014 han pasado a 2,15 millones en 2017. Recordemos el dato de población en Noruega: cinco millones de habitantes. Actualmente, según las estadísticas de la página web de Hacienda, destacan las consultas sobre si otros han realizado búsquedas sobre los datos propios, y no tanto las que se hacen sobre el prójimo.
¿Y Suecia?
Suecia es otro de los países de la zona escandinava donde los datos fiscales también son públicos.
¿Y Dinamarca?
Si bien Dinamarca es el único que no lo permite, en 2012, aprobó una nueva normativa que obliga al Tesoro Público a divulgar ciertos datos empresariales que antes eran confidenciales.
La visión que manda: la sociedad como una gran familia
Una filosofía que confía en la buena fe del otro porque sabe que hará las cosas bien (tanto para no defraudar a Hacienda como para consultar lo que gana y paga cualquier ciudadano) forma parte de la razón de ser de la cultura escandinava. En una sociedad como la nórdica, donde la brecha entre ricos y pobres es una de las menos acusadas del mundo, la población se rige por la llamada «Ley de Jante», una especie de código cultural no escrito que exalta la colectividad por encima del individualismo: la sociedad es una gran familia que sólo funciona si yo me comporto.

La permanente presencia del ‘sin embargo’
A pesar de los esfuerzos por fomentar y mantener una transparencia absoluta desde las propias instituciones, casos como el de los Papeles de Panamá, o más recientemente, los del Paraíso, evidencian que en todas partes cuecen habas. Ambos casos contienen nombres de individuos y empresas escandinavas que habían maniobrado para evitarse los impuestos en sus países de origen.
Sin ir más lejos, un alto cargo de la Confederación de Empresas sueca tuvo que dimitir cuando se supo que poseía activos valorados en unos tres millones de euros en una compañía con sede en Malta. Técnicamente no es un delito como tal, pero lo que realmente indignó a la población sueca fue su forma de cuestionar los altísimos impuestos nacionales. «¿Qué mierda recibo yo a cambio del dinero que pago?», espetó en una entrevista en la televisión pública SVT. «¿No recibe usted nada?», le preguntó el entrevistador. «No mucho». Esa respuesta fue suficiente para caldear el talante en un país con la segunda mejor calidad de vida de la Unión Europa gracias a que paga el tercer mayor nivel de impuestos de los 27, sólo por detrás -precisamente- de Dinamarca y Noruega.