País de 5,5 millones de habitantes. 6.380 casos. 5.000 curados. 300 fallecidos. El control sobre el coronavirus en Finlandia no tiene demasiado que ver con el sistema sanitario. Su secreto es otro. Y nunca mejor dicho, porque nadie (salvo ellos) sabe en qué puntos de la geografía finlandesa están los escondites de la Guerra Fría donde el país lleva casi un siglo guardando provisiones para hacer frente a cualquier crisis: sanitaria, bélica, económica, informática, climática o hambrunas.

En marzo, el Ministerio de Asuntos Sociales y de Salud solicitó a la Agencia Nacional de Abastecimiento de Emergencia (HVK, por sus siglas en finlandés) que descentralizara los suministros médicos y equipos de protección personal a los cinco distritos hospitalarios de Finlandia para que llegaran a todas las áreas necesitadas. La primera vez en la historia que el país echa mano de esas reservas. Los equipos de protección, aunque ya caducados, están en buenas condiciones, según el Centro de Verificación Técnica de Finlandia, que ratificó en febrero que podían usarse gracias a haberlos mantenido en el embalaje original que los protegía de la luz y la humedad.
El abastecimiento despertó cierta polémica cuando un empresario recibió, supuestamente, cinco millones de euros para suministrar equipos de protección que finalmente no eran aptos para el uso médico. Escándalo que costó el puesto del jefe de la HVK.
Su fama de previsores tiene un por qué

Parece que el país nórdico lleva en el ADN estar siempre preparado para lo peor, pero hay un motivo para todo. Desde 1908, Finlandia está acostumbrada a vérselas en el campo de batalla, sobre todo con Suecia y la antigua Unión Soviética, que se anexionó su territorio hasta los años 20. Después llegó la II Guerra Mundial y más tarde la Guerra Fría. Como parte estratégica entre Europa oriental y occidental, Finlandia era más vulnerable que cualquier otra nación. Finalmente, Europa bajó la guardia. Finlandia no. Con semejante historial de sustos, comenzó a hacer acopio de recursos básicos para afrontar amenazas. En 1993 vio la luz la HVK que desde entonces revisa cada cinco años las necesidades de almacenamiento.

«Nosotros tuvimos suerte porque hacemos este trabajo desde la época de la posguerra y elevamos nuestra preparación a un buen nivel», dice Jyrki Hakola, director de la HVK, al diario Helsingin Sanomat. «No existe un sistema igual en ninguna parte de Europa». Como parece lógico, toda información referida a los almacenes es secreto de Estado. «Nunca revelamos ni número, ni localización de las reservas, ni quién las administra, ni cuál es su contenido», explica Hakola. Las únicas fotografías disponibles del interior de los refugios son las que ha facilitado al Helsingin Sanomat la propia HVK (y del cual el resto de medios nos hemos ido nutriendo).
La retirada de las restricciones ya está en marcha
El Gobierno socialdemócrata de Sanna Marin (con 34 años es la mandataria más joven del mundo) ya ha comenzado a retirar las restricciones de movimiento que impuso a mediados de marzo (como el cierre de la comarca a la que pertenece la capital, Helsinki, donde se daban la mayor parte de los casos), señal de que ya ha superado el pico de la enfermedad.
Los menores ya han vuelto a clase y el pasado 13 de mayo se volvían a permitir las reuniones de más de 10 personas en público. Las de más de 500 tendrán que esperar hasta finales de julio. Entre las medidas más destacadas está la creación de una aplicación móvil para rastrear las cadenas de infección y hacer pruebas para aislar a las personas que han estado expuestas al Covid-19.
El Ejecutivo impuso restricciones antes de que se hubiera producido ninguna muerte en el país. Su primer positivo confirmado fue el 26 de enero; el primer fallecido, el 21 de marzo. Cuatro días antes, Finlandia ya había cerrado colegios y universidades y bloqueado sus fronteras. Fue el segundo país escandinavo en hacerlo, por detrás de Dinamarca.