La posible salvación a un problema catastrófico de la humanidad, como la destrucción masiva de cultivos por una pandemia como la actual o por el cambio climático, se encuentra al final de un túnel de más de 100 metros de largo incrustado en una montaña de Svalbard, una remota isla noruega cerca del Polo Norte, a 1.300 kilómetros al norte del Círculo Polar Ártico. Como si de una película de ciencia ficción se tratara, surge de la roca nevada una estructura de hormigón de más de 1.000 metros cuadrados. En Noruega la conocen como La Bóveda y en su interior alberga un banco universal de semillas para conservar toda la diversidad genética de más de un millón de plantas comestibles provenientes de todo el mundo.
Y es que la agricultura se está enfrentando a la combinación de crisis más seria de su historia. «La gente piensa que el cambio climático supone sólo un par de grados más en la temperatura media, pero lo que tendremos son temperaturas más extremas y un calor extremo que no es bueno para las plantas«, explica Cary Fowler, fundador de la bóveda de Svalbard, que pone un ejemplo. «Un aumento de sólo un grado de temperatura durante la época de floración supondría perder un 10% de la cosecha mundial de arroz«. Su objetivo es reunir una copia de seguridad de cuantas semillas que existen, estudiarlas y clonarlas para que puedan ser usadas en caso de emergencia. Aunque lo ideal sería no recurrir nunca a ese material.
«Si llega el día en que tengamos que recurrir a este almacén de emergencia, es que tenemos un buen problema», dice Marie Haga, directora de Crop Trust, empresa financiadora del banco de semillas de Svalbard, que también recibe fondos de la FAO y cuenta con los 10 millones de euros que el gobierno de Noruega pagó por la obra que guarda uno de los recursos naturales más importantes del mundo. Actualmente, el 93% de las variedades de semillas para la alimentación humana se han perdido. En 80 años, India ha perdido el 90% de variedades de arroz, México el 80% de variedades de maíz, Alemania sólo cultiva seis variedades de manzanas, han desaparecido el 93% de la variedad de frutas y verduras en Estados Unidos y en China sólo se cultiva un 10% de variedades de arroz que hace 50 años. «El problema de perder diversidad es que perdemos opciones. El trabajo ha sido permanente por parte de los agricultores durante 120 años y representa tanto el pasado como el futuro de la agricultura», cuenta Haga. «Perder una variedad de semillas es tan irreversible como lo fue la pérdida de los dinosaurios».

No se trata de un banco genético en uso al que puedan recurrir investigadores. Los depositantes son los únicos que pueden retirar su contenido y, mientras las semillas se almacenan, sólo el personal puede manipular las cajas negras. Su contenido ha pasado por rayos X y sido deshidratado para evitar que se pudra. Una vez guardado al vacío en bolsas de plástico, probetas y tarros de cristal para alargar su conservación, nadie toca nada. Desde la puesta en marcha del almacén a principios de los 2000 sólo ha habido necesidad de devolver semillas a un sólo proveedor en 2015: el banco de semillas de Alepo, que quedó destruido por la guerra.

¿Por qué Noruega?
Además de que el gobierno de Oslo diera al mundo la suficiente confianza como para entregarle la custodia de algo tan valioso y permitir su réplica y modificación, sus condiciones climáticas garantizan la germinación de las semillas una vez cultivadas. Svalbard es el último lugar de Noruega al que se puede acceder por vuelo ordinario y por ferry en caso de que existan problemas. Está ubicado lejos de volcanes y placas tectónicas y la congelación artificial del almacén apenas es necesaria al estar literalmente dentro de una montaña congelada. Su lejanía del mar también lo aleja de la humedad, del riesgo de inundaciones o del deshielo de los polos.



A pesar de todas estas garantías de seguridad, en 2017 el gobierno noruego reconoció que se vio obligado a tomar medidas para evitar las filtraciones de agua producidas en los túneles de la bóveda al derretirse parte del permafrost y del hielo de la montaña. La razón: el aumento de las temperaturas por el cambio climático. Los responsables del almacén aseguran que su diseño es correcto y que las consecuencias de la inundación no llegó a afectar a las semillas, aunque parte del agua se coló por debajo de la puerta. No obstante, iniciaron estudios detallados para calcular posibles daños en incidentes parecidos en el futuro en la zona ártica, la más afectada por el calentamiento global.
«No sé qué sistema de agricultura tendrá el mundo en los próximos años, pero sea el que sea, necesitará de la reserva de la bóveda. No lo veré, pero estoy seguro. Todas las opciones de agricultura dependerán de lo que hay aquí y en el resto de bancos de semillas del mundo», sentencia Fowler. También él proporciona datos mareantes: 21 de los 37 acuíferos más importantes del mundo están desapareciendo y la agricultura absorbe el 70% de agua dulce.