¿Quién mató a Olof Palme? Caso cerrado 34 años después

La analogía del asesinato del ex primer ministro sueco Olof Palme con la muletilla «¿Quién mató a Laura Palmer?» salida de la serie Twin Peaks se sirve sola. Ambos casos, uno en la realidad y otro en la ficción, exigieron años para ser resueltos. El real ya se da por cerrado, lo que también supone el cierre de una herida que lleva casi 35 atormentando a la sociedad sueca. La Fiscalía sueca da por fin un nombre definitivo: Stig Engström, publicista de una empresa situada a escasos metros del lugar donde Palme recibió dos tiros por la espalda. Sin embargo, nunca podrá pagar por el crimen: se suicidó en el año 2000.

El pasado miércoles, el fiscal Krister Petersson anunciaba en rueda de prensa virtual los nuevos datos sobre el asesinato del líder socialdemócrata, que aún representa uno de los mayores misterios de la historia reciente de Europa y que sacudió a la socialdemocracia.

«No me arrepiento. En este mundo tienes que hablar muy alto para que alguien te escuche»

Olof Palme a The New York Times sobre el golpe de Estado en Chile de 1973

El que fuera primer ministro de Suecia durante 10 años era considerado un símbolo del progresismo y la democracia en una Europa que trataba de mirar hacia delante y donde aún se respiraba el humo de conflictos armados. Si algo caracterizó sus mandatos fue el respeto a los derechos humanos, la defensa de la paz y la protección del Tercer Mundo.

Palme en política nacional

  • Reforzó el que desde entonces se conoce como estado del bienestar sueco que ya había iniciado su predecesor, Tage Erlander.
  • Reformó el Parlamento hacia un sistema unicameral.
  • Limitó el poder que hasta entonces ostentaba la monarquía sueca casi en su totalidad.

Palme en política exterior

Olof Palme también condenó la invasión rusa de Checoslovaquia | Getty Images
  • Crítico con Estados Unidos y con la Unión Soviética a partes iguales, las dos potencias con más poder del mundo durante la Guerra Fría.
  • Crítico con los bombardeos de Estados Unidos en la Guerra de Vietnam, que equiparó con los de los nazis durante la II Guerra Mundial.
  • Crítico con la dictadura franquista. Solía referirse a Franco como un «maldito asesino».
  • Fue el primer líder europeo en visitar Cuba tras su revolución.
  • Financió al 50% al partido de Nelson Mandela en su lucha contra el apartheid.
  • Defendió la autodeterminación de Palestina.
  • Condenó el golpe de Estado en Chile en 1973 y abrió las puertas a los refugiados que causó el alzamiento militar.
  • Medió en la guerra Irán-Irak a petición de la ONU.

Esta forma de gobernar le granjeó amor y odio al mismo nivel en todo el mundo. De tal forma que incluso el Parlamento sueco reformó las condiciones de prescripción de los delitos más graves en 2011, al pasar 25 años de su asesinato, para asegurarse de que el crimen quedaba resuelto.

28 de febrero de 1986

Olof Palme, su mujer Lisbet, su hijo y la pareja de éste habían acudido esa noche al Grand Cinema de Estocolmo a ver una comedia. No era la primera vez que la pareja se movía sin escolta por el centro de la ciudad por el empeño del primer ministro en llevar una vida lo más normal posible. Al salir del cine, ambos eligieron pasear por Sveavägen, una de las calles más transitadas de la capital. Llegaron a saludar a varios transeúntes, según los testigos y el informe policial. A las 23:20, Palme recibía dos tiros por la espalda. Uno le alcanzó el abdomen y otro le atravesó el pecho. Moría minutos después. Su mujer resultó herida leve.

Olof Palme y su esposa Lisbet | Getty Images
Olof Palme y su esposa Lisbet | Getty Images

A pesar de que el primer ministro estaba acompañado y en la calle había suficiente personal, el autor logró huir sin ser identificado, salvo por la descripción que muchos testigos ofrecieron a la policía: varón, de entre 30 y 40 años, alto, de constitución ancha y blanco. Una descripción así era lo único que las autoridades tenían para buscar en un país como Suecia…

…Y comenzaron las especulaciones

Las hipótesis sobre las causas del asesinato fueron desde la KGB hasta la CIA o el Mosad, pasando por la teoría de un lobo solitario. Hubo hasta cuatro tesis oficiales:

Nelson Mandela y Olof Palme en un acto contra el apartheid | AFP

El único condenado formalmente en 1989 fue un drogadicto y delincuente de poca monta, Christer Pettersson, que debía cumplir cadena perpetua porque la esposa de Palme creyó haberle identificado. Su abogado apeló destacando que las autoridades ni siquiera habían hallado el arma del crimen, una Magnum de calibre 357. Fue absuelto tras tres meses de prisión por falta de pruebas y murió en libertad en 2004.

Ante la falta de evidencias, la investigación se archivó, pero se reabrió en 2016, cuando el fiscal Petersson comenzó a anunciar nuevas pistas y la creación del Palme Group, una brigada de la policía dedicada únicamente a resolver el caso.

Adiós a la inocencia de Suecia, o cómo la policía quedó en evidencia

En 34 años, han sido numerosos los giros que ha dado el caso Palme. Desde los más de 10.000 sospechosos a los que se interrogó hasta las más de 130 personas que se atribuyeron el asesinato, la gestión de la investigación dejó a la policía a los pies de los caballos: se tardaron dos horas en acordonar la zona, cerrar el tráfico en las calles adyacentes y declarar el estado de alarma. Tampoco se impidió el paso a los que quisieron dejar flores sobre la sangre de Palme y se dejó marchar a los testigos sin interrogarlos. Varios trabajadores retiraron la nieve, con lo que destruyeron las huellas; y al cabo de los días, un ciudadano se presentó en comisaría, bala en mano.

Ante tamaños errores, los investigadores estaban obligados a encontrar el arma homicida, la pistola Magnum 357 al que el abogado de Pettersson hizo referencia y que es uno de los mayores misterios del caso. Nunca fue hallada; ahora tampoco, a pesar de que la sensación general de la sociedad era que si el fiscal de Suecia anunciaba nuevas pistas, sería porque, como mínimo, debían de haberla encontrado. La policía llegó a probar 400 armas durante todos estos años, pero ninguna se ha podido conectar con las balas que se encontraron. El diario sueco Aftonbladet citaba un tweet de un tertuliano político que aseguraba que una fuente suya le había comunicado que el revólver estaba localizado. Ningún otro medio nacional se hizo eco de la noticia y, de hecho, el propio tertuliano matizaba sus declaraciones dos días después.

«Tengo una fuente que dice que el Palme Group tiene el arma. Otra fuente dice que es Sudáfrica. Confío en estas dos personas», dice en el primer tweet. «Respondí una pregunta sobre lo que escuché. Tenía una fuente bien ubicada. Los que publican la información son los responsables. La fuente estaba equivocada acerca de la evidencia», se desdice en el segundo.

Este testimonio confuso es sólo uno de los ejemplos de la enfermedad que ha llegado a causar el caso Palmer en la sociedad sueca, motivada en parte por la multiplicación de hipótesis y la incapacidad policial. Todo el mundo creyó saber algo. Incluso el escritor Stieg Larsson inició su propia investigación: a su muerte en 2004, se hallaron 20 cajas con documentación en la que apuntaba a un crimen de Estado orquestado por los servicios de inteligencia sudafricanos y la ultraderecha sueca, una de las teorías barajadas como oficiales.

El pasado lunes el diario británico The Guardian publicaba una investigación en la que aseguraba, citando fuentes anónimas, que los servicios secretos suecos se habían reunido con sus homólogos sudafricanos en marzo en Pretoria; y que éstos les entregaron un dossier cuyo contenido se desconoce. «Lo que hayan hecho los suecos con el informe, lo desconozco», afirma una de esas fuentes.

Skandiamannen

Hace tres años, un periodista, Thomas Pettersson, inició una investigación sobre el caso que materializó en un libro y en un extensísimo reportaje en la revista sueca Filter. Afirmaba haber encontrado al hombre de Skandia, un publicista y diseñador gráfico que trabajaba en esa empresa, cuya sede estaba a tan sólo unos metros en la misma calle donde Palme fue tiroteado. El periodista dio voz a un testigo que aseguró en su día haber visto a este individuo huyendo del lugar del crimen. Su nombre: Stig Engström. Su físico: casaba con la descripción facilitada por la policía. Sus movimientos: apenas cinco minutos antes de la muerte del primer ministro, Engström salía de la oficina durante 20 minutos. Pettersson incluso facilitaba una infografía de la situación de los puntos clave y por dónde podría haber huido el sospechoso.

Reconstrucción del periodista Thomas Pettersson. La oficina de Skandia (en azul) y el lugar del asesinato (en recuadro rojo) están a escasos metros | Filter

Engström fue uno de los 20 testigos que presenciaron el crimen. Prestó declaración ante la policía como todos los demás e incluso se permitió el lujo de conceder entrevistas a la prensa asegurando que los agentes habían descartado su testimonio sin tomarle en serio, en el que aseguraba que estaba allí porque iba de camino al metro y se detuvo para ayudar a Palme sin tener nada que ver con su muerte. También afirmó que la viuda la había descrito el aspecto físico del asesino cuando se agachó junto a ella. Svenska Dagbladet llegó a hacerle un reportaje en su propia casa.

La investigación del periodista arrojaba que Engström había vuelto a la oficina «muy agitado» alrededor de las 23.40 y que al día siguiente, pidió a su jefe información sobre la hora a la que había salido la noche del asesinato porque la policía se la pedía. Sin embargo, según la investigación de Thomas Pettersson, fue él quien se puso en contacto voluntariamente con policía y medios de comunicación para contar una versión que, allá por 2017, no terminó de casar entre los agentes cuando se dieron cuenta de que ningún otro testigo había respaldado una sola de sus palabras o acciones. Nadie le vio actuar como dijo.

Stig Engström | Göran Ämbäck

Engström había mostrado en numerosas ocasiones su rechazo al discurso político de Palme y, según la investigación del periodista primero y de la policía después, tenía acceso a un revólver del mismo tipo con el que tirotearon al primer ministro. Tanto sus amigos como su ex esposa, que concedió una entrevista a Expressen, afirmaban que tenía entrenamiento militar, era un gran aficionado a las armas de fuego y fuertes convicciones conservadoras. Según la ex mujer, que fue interrogada varias veces por la policía, la vida de Engström dio un giro después del magnicidio. Comenzó a beber, fue despedido de Skandia, se divorciaron en 1999 y un año después se suicidó. Sin embargo, descartó que él fuera el asesino. «No era esa clase de persona. Era muy cobarde».

Cualquiera que haya sido su presunta implicación, Engström se llevó el secreto a la tumba. «Creo que hemos llegado tan lejos como se podía pedir a la investigación«, afirmó el fiscal en rueda de prensa, que da así por concluido el caso.

Un epílogo con los mismos interrogantes

Funeral de Estado por Olof Palme en 1986 | Getty Images

El magnicidio de un hombre incómodo para muchos puede cerrar una herida que ha envenenado a Suecia durante más de 30 años. Un asesinato de una persona tan carismática, popular, controvertida y respetada (o detestada) supuso un trauma colectivo y una bofetada al estado del bienestar sueco, que permitía que una figura de la talla de un primer ministro pudiera pasearse tranquilamente por la calle de noche sin escolta.

Años de investigaciones, cientos de miles de folios de sumario, otros tantos interrogatorios, más de un centenar de sospechosos, un arma homicida desaparecida y ningún encarcelado. Ése es el balance de un caso que deja por los suelos la reputación de la policía sueca, que se consolaba comparando este caso con el del asesinato de Kennedy. Por mucho que se haya dado un nombre y la mancha desaparezca para la policía, nadie pagará por el crimen y tampoco se sabrá nunca la verdadera razón de la muerte de Olof Palme. Como escribe la columnista sueca Emma Löfgren en el diario online The Local Sweden, «nunca se sabrá realmente quién mató a Palme, ni por qué. Pero es hora de seguir adelante».

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