La renta básica universal de Finlandia: 560 euros para cada uno de los 2.000 parados

2.000 parados. Entre 25 y 58 años. Dos años. 560 euros al mes por cabeza. Sin condiciones. Ni familiares ni de ingresos. Sólo por existir. Libres de impuestos. Porque sí. Esto se aprobaba en Finlandia en enero pasado como una prueba piloto de renta básica universal. Después de un año de mucho debate sobre si algo tan quimérico podría implantarse y ser efectivo, el gobierno de centro-derecha de Juha Sipilä pisó el acelerador y convertía al país nórdico en el primero del mundo en tener una renta básica para personas desempleadas.
Aún está, eso sí, en fase de pruebas: durará dos años y queda por conocer informes públicos oficiales. Sin embargo, ya hay unos cuantos datos que arrojan estos meses de experimento. El principal: en contra de lo que se pueda pensar, esta cuantía motiva más a los desempleados a buscar un trabajo que realmente les guste y coincida con su formación.
Al ser relativamente pequeña, no desincentiva la búsqueda de un nuevo puesto, pero el hecho de recibir un dinero al mes reduce el estrés por encontrar un puesto cualquiera para subsistir (cumpla o no con los deseos y las expectativas del parado en cuestión, sea una jornada interminable o a tiempo parcial).

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Vista de Helsinki 

Era ése precisamente el objetivo de la prueba: evaluar hasta qué punto los finlandeses se sentían con más o menos ganas de seguir buscando trabajo cuando vienen mal dadas, pero recibiendo un dinero fijo muy inferior al sueldo mínimo de Finlandia -36.500 euros-, pero que al no tributar, supone una gran ayuda. “La idea es darle a estas personas una seguridad financiera para que puedan liberar sus mentes y no se preocupan por el tiempo, por el dinero y por las necesidades básicas”, explica Marjukka Turunen, de Kela, el organismo de Seguridad Social finlandés encargado de implementar la medida.
Otra de las motivaciones subyacentes es que cada cual invierta sus ingresos como quiera, en lugar de que exista una educación, sanidad o paro estatales. Se podría optar por pagar un seguro médico, la educación de los hijos, una hipoteca o cualquier otra necesidad.

Menor burocracia,  menor gasto

Además de darle la vuelta a los incentivos económicos, la medida simplifica la mastodóntica maquinaria burocrática que se ha ido creando para gestionar la maraña de ayudas y subvenciones públicas.

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El Estado también es el primero en beneficiarse de la renta básica universal

El sistema más habitual de prestaciones por desempleo en Finlandia es muy parecido al español: el parado cobra una cantidad mensual ligada a lo que cotizó cuando trabajaba durante un período de tiempo determinado. El gobierno establece además unos requisitos previos para acceder a ese dinero y unas condiciones que se han de cumplir para seguir percibiéndolo. Entre ellas, la búsqueda activa de empleo, porque la principal diferencia con esta renta básica universal es que esa ayuda es finita.
La administración espera poder ahorrarse así una cantidad significativa, aunque desde Kela no dan cifras exactas de cuánto se ahorrarían ni de lo que cuesta que un desempleado se reúna con un funcionario todos los meses para rellenar formularios y hacer un estricto seguimiento de su situación.

El agujero negro del dinero para todos

En un mundo donde el trabajo estable está amenazado por los avances en tecnología, muchos ojos están puestos en el atrevimiento de Finlandia. Porque la idea polariza. Los hay que lo aplauden como bandera de liberalización; los hay más escépticos que lo tachan de ruinoso e inaplicable.
Sin ir más lejos, el año pasado Suiza rechazó en referéndum una iniciativa popular que abogaba por una renta básica universal de 2.260 euros para todos los ciudadanos por el mero hecho de estar en el mundo.

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Algunos creen que la renta básica universal de Finlandia no beneficia a todo el mundo

Los más críticos ven serias contradicciones incluso en el nombre de la renta. De universal no tiene nada, dicen en un artículo de opinión en The New York Times: “En lugar de dar dinero gratis a todo el mundo, el experimento está poniendo sobre la mesa, de hecho, una forma de beneficios por desempleo incondicionales. En otras palabras, no hay nada de universal en la a renta básica universal”.
Por otro lado, el primer ministro Sipilä ha iniciado una política de recortes que se vive con cierta angustia en Finlandia porque parecía que ellos iban a ser los únicos privilegiados de Europa que se iban a librar. Recién llegado del mundo empresarial, Sipilä hizo pública en 2015 su intención de introducir una renta básica. Gran parte de la población recibió la noticia con los brazos abiertos porque la entendieron como una forma de luchar contra la pobreza. Otros, como señala el diario Libération, vieron una sustitución de los beneficios sociales convencionales, no un complemento a ellos.
En la medida en que se perderá el 47% de los trabajos según los expertos, la renta básica se antoja como una revolución para evitar un mundo altamente explosivo en el que sólo unos pocos afortunados tendrían la oportunidad de trabajar.

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Juha Sipilä, el primer ministro finlandés, empresario millonario

Pero si tal y como en principio el Kela ha contemplado, la renta básica sustituye la eliminación de otros mecanismos de protección social, quizá el objetivo sea más bien mirar por el Estado.
En cuanto a la opción de financiar libremente lo que más adecuado considere con esos 560 euros, también hay división de opiniones porque frente a los que ven una independencia total de papá Estado, cabe la duda de si será fácil destinarlo a cualquier otra materia que no sea mera supervivencia.
En cualquier caso, y a falta de resultados oficiales, la renta básica de Finlandia ya supone un modelo a tener en cuenta por el resto del mundo. Tanto porque se implante definitivamente como por la dirección que tome, y más en un contexto en que la crisis laboral parece lejos de marcharse inmediatamente de la manita con la recesión.

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