Parece ser que los paisajes incomparables de Islandia vuelven a estar a un salto de avión. La noticia la hacía pública el propio Gobierno islandés con un tweet que a muchos les hizo la boca agua:
Es decir, que a partir del 15 de junio, las fronteras del pequeño país escandinavo, de poco más de 360.000 habitantes, quedarán abiertas al turismo extranjero. Eso sí, con algunas condiciones, tales como llevar de casa un certificado de las autoridades sanitarias del país de origen que acredite que estamos libres de coronavirus, o bien hacerse un test en el propio aeropuerto de Reykjavik; si se supera, el turista se ahorrará dos engorrosas semanas de confinamiento.
Es la nueva medida que el Ejecutivo islandés está introduciendo paulatinamente en su plan de desescalada contra el Covid-19. El ministro de Exteriores dio a conocer los últimos datos el pasado día 15: sólo tres casos diagnosticados en mayo. En total, han tenido 1.802 (de los cuales hay 22 activos y uno en el hospital) y han fallecido sólo 10 personas. «Si bien somos cautelosos, somos optimistas con el regreso a la normalidad», afirma el ministro. A fecha del 15 de mayo, algunos profesionales, como científicos, atletas y cineastas, ya podían entrar en Islandia, pasando por un período de cuarentena.
Islandia prohibió el acceso al país a los no europeos el 20 de marzo, salvo causa mayor. La restricción afectaba a Estados Unidos, de donde procedía más del 23% de los dos millones de turistas que llegaron a la isla en 2019.
La operación salvar el turismo, que aporta más del 10% del PIB a la isla y que se resiente por el desempleo, se antoja complicada: gracias en parte a las medidas tomadas para contener el virus, hay muy pocos ciudadanos inmunizados. De ahí que el Gobierno haya decidido pagar de su bolsillo las pruebas y el material necesario para examinar a los extranjeros durante las dos primeras semanas a partir de la apertura de fronteras. Los visitantes, por su parte, tendrán que descargarse la aplicación de móvil que ya tiene el 40% de la población local y que sirve para rastrear una posible infección.

«Va a ser un proyecto un poco experimental», dijo la primera ministra, Katrín Jakobsdóttir, en una entrevista en la CNN, en la que admitió que será una temporada turística mucho más floja. “Obviamente, no esperamos dos millones de visitantes este año”.
El sector turístico ha respirado aliviado, aunque todavía pende de un hilo el destino de Icelandair, la mayor aerolínea del país, que está al borde de la quiebra por la epidemia. De hecho, ha tenido que suspender al 90% de su plantilla. La primera ministra asegura que están preparando créditos que ofrecer a la compañía pero ha avisado de que no hay intención del sector público de rescatarla.
Cuando Islandia va un mes por delante, algo habrá
Islandia tiene un curioso refrán, «Horfðu á sauðina!», que viene a significar «Cuidado con la oveja». Allí, las ovejas aparecen en el momento más inesperado, así que la expresión se ha generalizado como forma de advertir de un conflicto inminente. Fue precisamente eso lo que se entonó con el coronavirus.
Islandia ha sido de los pocos países que no necesitó decretar confinamientos obligatorios. Sólo se suspendieron las reuniones de más de 20 personas, pero las tiendas y negocios siguieron abiertos y los niños seguían yendo a clase en algunos cursos. El punto de partida fue tener en cuenta sus propias limitaciones: el tamaño del país, el número de habitantes y saber que disponen de menos hospitales y menos camas con respiradores que cualquier otra nación para atender casos de Covid-19 (sólo 20, según cifras del Gobierno); de ahí que la urgencia para evitar contagios llevara al país a tomar medidas un mes antes de que se manifestara el primer síntoma.

El siguiente paso fue realizar pruebas a discreción y a partir de ahí, tomar decisiones. Pero Islandia no sólo hizo tests a casos sospechosos o a grupos de riesgo, sino que se ofreció la prueba a todo el que quisiera hacérsela y de forma gratuita. Cuando Islandia detectó su primer positivo, en febrero, ya llevaba semanas actuando así tanto con locales como con turistas. «Entendimos que era necesario conocer la rapidez con la que el virus se disemina y así poder diseñar métodos para contener la enfermedad», señala Kari Stefansson, director de DeCode Genetics, a BBC Mundo.
Esa empresa biotecnológica fue a la que acudió el Ministerio de Sanidad para liderar los tests masivos de coronavirus en el país. La estrategia pasó por convertirse en policías: las autoridades suspendieron las visitas a la población de riesgo; pedían a los que entraban en la isla que se presentaran obligatoriamente en los centros de salud, aunque no tuvieran síntomas; a mediados de marzo, invitaban aleatoriamente a ciudadanos a realizarse una prueba. Y en abril, el Ejecutivo y la empresa lanzaban una aplicación que posee ya el 40% de la población: rastrea la localización de los usuarios y elabora un histórico de sus movimientos. Si el dueño del móvil da positivo, las autoridades pueden recurrir a los datos y descubrir dónde ha podido transmitir la enfermedad.
Si bien esto ha sido posible por las características demográficas, los expertos creen que el enfoque podría haber servido para otros países más grandes y más poblados. «Las estrategias implementadas en Islandia han estado libres de política e implementadas según la ciencia. Los políticos, en cambio, han usado su energía donde deberían, al diseñar e implementar políticas económicas y sociales para los efectos inevitables de la pandemia», señala Stefansson. Doble check azul.